Todas, en algún momento de la vida, escuchamos la expresión “síndrome del nido vacío”. Pensamos que se trata de una frase suelta, de algo que representa lo que sienten los padres cuando los hijos se empiezan a ir de la casa. La realidad es que el concepto está mucho más desarrollado de lo que creemos.
El síndrome del nido vacío es la sensación de soledad que experimentan los padres cuando sus hijos se independizan. Pero no solo responde a eso, sino también al miedo de que la relación se “enfríe” por la falta de cercanía.
Cuando la emancipación del hijo se debe a que se casó o se fue a vivir en pareja, se relaciona con un sentimiento de inferioridad, de haber pasado a un segundo plano, por debajo del de la esposo/a.
Y tenemos que decirlo: lo padecen mucho más las madres que los padres.
Esto se puede relacionar con la idea de que las madres creemos que nuestros hijos son Peter Pan, no crecen nunca. Sentimos que aún son pequeños y necesitan nuestra protección, sin darnos cuenta que ya son adultos y que tienen que volar para formar su propia vida y desarrollarse.
Nunca hay tiempo para prepararse para ese momento, por más que sepamos que va a llegar no nos hacemos la idea hasta que lo estamos viviendo. Además es muy normal que esto pase en un momento de nuestras vidas en el que estamos más tranquilas, con mucho tiempo libre.
Si estás viviendo algo así y estás un poco triste, te recomendamos que busques distracciones, actividades que te permitan evadirte y no pensar siempre en lo mismo. Dedicale tiempo a tus amigos, retomá esos hobbies que tenías abandonados y, si querés, también podés ayudar a tu hijo/a a empezar a construir esa nueva vida.
Dedicate a lo que te hace bien. Y con el tiempo te vas a dar cuenta que ya no duele tanto.